viernes, 21 de junio de 2013





PATERNIDAD RESPONSABLE Y MASCULINIDAD







DEDICATORIA

    
                   
A Dios, que está en cada parte de la naturaleza y que gracias a él nos encontramos en este camino.



Este trabajo lo dedicamos a nuestros padres, que con su amor y dedicación nos hacen mejorar en nuestros estudios y que además nos motivan cada día para seguir



LOS AUTORES







AGRADECIMIENTOS


  • Agradecemos a nuestro docente Sr. Lenin Cárdenas, ya que en cada clase nos inspira a conocer más sobre el curso y nos ayuda a recapacitar sobre el rol que debemos cumplir en nuestra sociedad.

  • A  la Universidad César Vallejo  por preocuparse por la educación y por ayudarnos para hacer realidad todas nuestras metas.









MASCULINIDAD Y PATERNIDAD



INDICE



INTRODUCCIÓN


CAPITULO I   MASCULINIDAD


1.1   Concepto de Masculinidad
1.2   Marco teórico e histórico
1.2.1  Espacios masculinos
        1.2.1.1  Espacio Intelectual
        1.2.1.2  Espacio Físico
        1.2.1.3  Espacio Emocional
        1.2.1.4  Espacio Social
        1.2.1.5  Espacio Cultural
1.2.2  roles de Género
1.2.3  sexualidad
1.3   Construcción de la Identidad masculina
1.4   La masculinidad en el espacio laboral y doméstico
1.5   Crisis de la masculinidad
1.6   La masculinidad y sus consecuencias



CAPITULO II    PATERNIDAD


2.1   Concepto de Paternidad
2.2   ¿Qué es ser padres?
2.3   La Familia y sus funciones.
        2.3.1.  Función de socialización
        2.3.2.  Función de regulación sexual
        2.3.3.  Función reproductiva
        2.3.4.  Función de definición de estatus y roles
        2.3.5.  Función de protección
        2.3.6.  Función económica
        2.3.7.  Función afectiva
2.4   Tipos de Paternidad
        2.4.1.        Paternidad tradicional
        2.4.2.        Paternidad Moderna: tendencia actual
2.6   Paternidad responsable.








INTRODUCCIÓN


En estos últimos años se ha puesto sobre el tapete el tema de igualdad de género, el cual  podría establecerse de no ser por la existencia de una masculinidad mal concebida en nuestra sociedad, al mismo tiempo, se han conformado grupos de hombres para reflexionar sobre la manera en que se llega a ser hombre y cuáles son las características que social y culturalmente definen a los hombres para ser considerados como masculinos, entre ellos, el más cercano para nosotros es nuestro profesor Lenin, a quién agradecemos el darnos la oportunidad de aprender acerca de temas relacionados con esta  problemática que nos ayuda a contribuir desde nuestra posición a realizar algún cambio.

La identidad masculina es construida social y culturalmente, de acuerdo con la pertenencia a un sexo; se asignan atributos, características, actividades y expectativas que los miembros de ese sexo deben hacer para ser considerados como hombres o mujeres.

Los estudios sobre masculinidad se han realizado desde diversas perspectivas, las cuales constituyen ya una amplia bibliografía, los cuales abordaremos en esta monografía, el cual también tratará acerca de la paternidad la cual esta venida a menos, por muchos casos de hombres que no se hacen responsables de los hijos que engendran o en el caso de aquellos que cumplen su rol de proveedor pero se olvidan de ejercer un contacto más íntimo y cercano a sus hijos.

El pensamiento machista, muy generalizado en nuestra cultura, justifica no sólo las acciones, sino las omisiones de los hombres, en cuestiones relativas al poder y al establecimiento de relaciones jerárquicas, en las cuales los hombres (machistas) se instalan en la cúspide, dejando a las mujeres en los sitios más cercanos a la base, que ha sido sustentado por la religión, las leyes y la sociedad a través del tiempo.





  

CAPITULO I    MASCULINIDAD




1.1   CONCEPTO DE MASCULINIDAD



 “¿De qué estamos hablando cuando decimos “masculinidad”? Según el diccionario de la
lengua “masculinidad” es el “conjunto de las características consideradas propias del hombre”. Pero ¿cuáles son estas características? ¿Está tan claro a qué nos referimos cuando decimos “hombre”? De hecho en el uso cotidiano del idioma nos movemos (y nos confundimos) constantemente con dos significados del sustantivo “hombre”.
Uno de ellos está consagrado también por el diccionario de la lengua. La definición persona de sexo masculino se ilustra con la frase: “la anatomía del hombre es diferente a la de la mujer. Lo mismo se desprende de la definición del adjetivo masculino, -a”: “Se dice del ser que está dotado de órganos para fecundar. Según estas dos descripciones ser hombre es tener un sexo, es nuestra identidad biológica, ésta que no se cambia sin intervenir en lo hormonal y lo anatómico. Hombre se nace y ya está” (Peter szil)


Para muchos autores es un hecho que el concepto y definición de masculinidad es de tipo histórico, es decir, una construcción social y una creación cultural que cambia de acuerdo con el espacio, el tiempo, y una sociedad determinada.
Un enfoque que plantea que la masculinidad es lo que los hombres deberían ser, y cada hombre se aproxima en mayor o menor medida a esta norma o “tradición” en la que la masculinidad ocupa una posición de autoridad simbólica y la feminidad es definida por la carencia o la negación de ésta.
Masculinidad es todo lo que los hombres piensan, dicen o hacen. Mientras haya hombres, entonces mucho de lo que hagan, piensen o digan  será considerado como “masculinidad”.





1.2  MARCO TEÓRICO E HISTÓRICO DE LA MASCULINIDAD


Los malos tratos a los niños constituyen uno de los legados más arraigados del patriarcado como orden social y matriz cultural. Es una manifestación concreta de lo que ocurre cuando los valores de la figura paterna tradicional impuesta por la sociedad patriarcal se convierten en valores pedagógicos de toda una cultura. Estos valores son “ley”, “autoridad”.

La paternidad patriarcal se define como una prolongación de los valores derivados de la identidad de género (rol social según el sexo) de los hombres y del lugar ocupado por ellos. De esta manera la función paternal derivada de la identidad social biológica (hacerse padre) se ha separado de la identidad de género, mientras en el caso de las mujeres la feminidad se delimita indistintamente según su capacidad reproductiva y su papel social.

Como parte del orden patriarcal, la función paternal se identifica a la asociación con el poder, esto unido a la violencia crean las bases para que las relaciones paterno-filiales sean en términos poder/subordinación, castigo/obediencia, en lugar de dependencia/cuidado, crecimiento/apoyo.
En la división social la crianza de los descendientes y demás personas dependientes se asignó como tarea femenina, por lo tanto en la escala valores sexista  lo “femenino” es sinónimo de “despreciable”, “inferior” e “indigno” por consiguiente es incompatible con lo varonil.

En el orden económico y social, el enfoque patriarcal se da en el modo de funcionar y de pensar dominante de la sociedad y la cultura. Esto quiere decir, que se da por sentado que las posiciones masculinas son valores y prácticas humanos universales.
El papel de la madre es criar hijos para el padre, ella es indefinible por si misma pues son los hombres los que deciden como ha de ser y cómo ha de actuar.




1.2.1.        ESPACIOS MASCULINOS

1.2.1.1 ESPACIO INTELECTUAL

El espacio intelectual es el más importante para la masculinidad, porque es ahí donde realmente es el jefe, el superior y el que ordena. No hay alguien en el mundo que le pueda demostrar al "hombre-superior" que lo que piensa es erróneo. Se le puede dar pruebas empíricas y, sin embargo, el hombre que ha decidido definir un hecho a su manera no podrá ser convencido de otra forma de ver las cosas. Esto es especialmente cierto cuando el hecho del que se habla es subjetivo, y su identidad de superior es absolutamente subjetiva.
Como ha aprendido a creer que es superior a la naturaleza, cree automáticamente que es más inteligente, sagaz, creativo, poderoso, rápido, sarcástico, y que sus definiciones son las únicas válidas. Cree que sus ideas son las más apropiadas y superiores a las de los demás. Aunque reciba pruebas empíricas, puede controlarse para probarse a sí mismo que lo que está observando es incorrecto y lo que piensa es correcto o verdadero. De aquí surge la violencia emocional a otras personas.



1.2.1.2. ESPACIO FÍSICO

El espacio físico es también fundamental para la masculinidad, porque es allí donde el hombre compara su fuerza física con la de las mujeres y la gran mayoría del tiempo termina siendo el más fuerte, lo que lo hace creer que es una prueba irrefutable de que es superior en todos aspectos. Para mantener esta superioridad física se controla a sí mismo y toma actitudes que según él comprueban su superioridad. Al caminar expande los brazos para parecer más grande y más fuerte, camina generalmente rápido, serio y con la frente fruncida, se abre la camisa porque cree que se ve "sexy". Cuando pasa una mujer a su lado, le dice cosas para demostrar que está listo para conquistarla, comprobando su potencia sexual.
Los deportes son muy importantes para el hombre, porque le dan una forma de competencia física que es tangible y relativamente objetiva. Este espacio físico también es controlado por su actividad intelectual espera que las mujeres lo vean con admiración, porque hizo la hazaña de aventarse contra el enemigo, o por su rapidez en la pequeña cancha de juego.
En el hogar, su superioridad física se comprueba al usar fuerza física sobre su pareja, se apodera del espacio. Si está cansado se acuesta y espera que su pareja y sus hijos e hijas se adapten a sus necesidades.
Generalmente toma los lugares más cómodos, enfrente de la televisión o en la cabecera de la mesa, donde no se le va a molestar, para demostrar que es físicamente más fuerte  dejar sentar a la mujer  en el autobús o si están en un restaurante, le cede a su pareja el lugar más cómodo, no para nutrirla, sino para que ella lleve a los niños cargados, pues ella se cansa muy rápido, y para protegerla de otros hombres, pues ella es de su propiedad.


1.2.1.3 ESPACIO EMOCIONAL

El espacio emocional son las experiencias individuales de cómo la persona procesa internamente su relación con el mundo externo e interno. Cada individuo se relaciona diferente con las experiencias que tiene, debido a la relación emocional que tiene con esa experiencia.
El espacio emocional es el menos desarrollado en el hombre. Es cauteloso pues las emociones hacen sentir al hombre vulnerable, ya que requieren que él tenga flexibilidad para procesarlas.
Una característica de la masculinidad es la inflexibilidad, pues así se va a mantener en total control de sí mismo. Evita, por lo tanto, este nivel de acción emocional y lo reprime lo más posible para ajustarse al parámetro social que le indica cómo mantenerse como superior.
Desecha sus procesos internos de supervivencia (emociones) como algo que sólo interesa a las mujeres y que no valen la pena, porque son superficiales y no corresponde a los hombres trabajar en ellos. Traslada su supervivencia interna a las expectativas externas de ser superior a su mujer, hijos e hijas y a todas las demás personas. Cree que sus emociones, son las expectativas externas que le marca su grupo social. Esto lo pone en una situación de total vulnerabilidad, porque nunca sabe lo que está sucediendo consigo mismo, y para resolver sus sentimientos, los reprime y espera que su pareja o alguien más los satisfaga. Es por esto que el hombre se afirma constantemente que no tiene miedo, ni dolor, que poco le importa lo que le suceda, porque es heroico y masculino sufrir sin quejarse.



1.2.1.4 ESPACIO SOCIAL

El espacio social es donde se desarrollan contactos, interacciones e intercambios con otras personas.
Este es otro plano en donde puede comprobarse que es superior. Todas las personas que lo rodean son percibidas como sujetos de competencia que pueden demostrarle si es superior o no. El hombre crea relaciones sociales de competencia para comprobarse a sí mismo su superioridad.
Al crear relaciones de competencia, el hombre asume que cada uno de los otros hombres quiere destruirlo, pues también están en competencia y tratando de demostrarse su superioridad. Con su pareja también crea estas relaciones de competencia. Cree que siempre tiene que "conquistarla" para impresionarla, pues si hay otro que es superior, ella lo preferirá.




1.2.1.5  ESPACIO CULTURAL


Espacio cultural son formas de procesar la realidad, de acuerdo con parámetros establecidos por medio del aprendizaje que ha pasado el individuo en su grupo social más inmediato: su familia, grupo económico, religioso, educativo y geográfico.
En la gran mayoría de culturas se acepta que la mujer tiene que ser inferior al hombre. El hombre crea formas culturales en que se define y refuerza esta inferioridad de la mujer. Dentro de su familia aprende la cultura de que la mujer se queda en casa a cuidar a los hijos y a llevar a cabo las labores del hogar que no son remuneradas y donde manda el padre. En su grupo religioso aprende que las mujeres no pueden ser más que seguidoras de los hombres, sin tener "acceso directo a Dios", por ser mujeres. En su grupo educativo y político, el hombre aprende que la mujer está limitada a puestos inferiores y los puestos donde se hacen las decisiones pertenecen a hombres.




1.2.2         ROLES DE GÉNERO



El género es el resultado de las construcciones culturales, es decir, la manera en que cada sociedad define lo que es ser femenino y lo que es ser masculino. El sexo no es determinante en los distintos roles que juegan hombres y mujeres, lo que es determinante es la construcción social acerca de lo que se espera de cada uno.
Martha Lamas nos dice que “el concepto de género se construyó para explicar la desigualdad entre sexos, para reconocer que los comportamientos masculinos y femeninos no dependen de los hechos biológicos sino que tienen detrás la construcción social.” (Lamas, 2007).
Con base en estas construcciones se determina qué está permitido para cada sexo y qué está prohibido. Acciones tan cotidianas como que las mujeres son más “sensibles” y que los hombres “no lloran” o que las mujeres deben estar al cuidado de los hijos y los hombres proveer a la casa, tienen detrás esta construcción social.
De ahí surgen los conceptos de “feminidad” y masculinidad, mismos que determinan no sólo el comportamiento, sino también el funcionamiento, las oportunidades, la valoración y las relaciones entre hombres y mujeres.

  • Las mujeres son más pacíficas que los hombres.
  • El hombre no debe expresar sus sentimientos ni su ternura.
  • Los hombres no lloran porque llorar es de mujeres.
  • En la vida el hombre representa la inteligencia y la fuerza, y la mujer el amor y la debilidad.
  • Los hombres están dotados por naturaleza para gobernar, los hombres
  • deben controlar las emociones y no dejarse llevar por los sentimientos.
  • Los hombres representan la inteligencia y la fuerza.
  • La mujer representa el amor y la debilidad.
  • Las labores domésticas corresponden a las mujeres.

Estos son algunos (as) de las “funciones” o “roles” que nos inculcaron y enseñaron en nuestra vida.






1.2.3         SEXUALIDAD


El género se interioriza a través de todo un trabajo de socialización, entendida como un complejo y detallado proceso cultural de incorporación de formas de representarse, valorar y actuar en mundo, esto ocurre desde la infancia y a lo largo de toda su vida. Por lo que las distintas redes sociales juegan un papel fundamental, según el caso, para promover el cambio o para frenar o impedirlo en las distintas etapas de la vida.  (Benno de Keijzer) "En el Museo del Hombre Dominicano, en Santo Domingo, hay una vitrina que contiene dos antiguos esqueletos petrificados. Uno de los esqueletos corresponde a un hombre acurrucado cómodamente en posición fetal. Apretado contra éste, el segundo pertenece a una mujer cuyas extremidades están contorsionadas. Su boca, abierta en un espasmo, muestra una perfecta dentadura y tierra petrificada donde una vez estuviera su lengua. Era costumbre de los taínos enterrar viva, a su lado, a la esposa favorita del hombre. De esta manera, esa mujer desconocida, una joven cuyos dientes una vez brillaban, yace en eterna agonía y horror, la boca abierta en un grito o un espasmo final por falta de aire, al lado de ese hombre desconocido que la consideraba su favorita".

Esta imagen terrible condensa el significado histórico del patriarcado y la forma en que puede llevar a la mujer a la misma muerte. Para quien considere que esto es historia o simple arqueología, podemos mencionar que aún hoy día el gobierno hindú tiene problemas para hacer cumplir una ley que prohíbe la cremación en vida de las viudas de personajes masculinos que fallecen y que aún esperan que ellas los acompañen hacia la otra vida. En el otro extremo de la vida, en la misma India se realizan abortos selectivos (en su mayoría con embriones femeninos) una vez comprobado este devaluado sexo a través de una amniocentesis. Esto empieza a ser preocupación en varios países más donde cada vez es más factible la selección del sexo y donde la preferencia por los hombres es manifiesta.

La sexualidad, dentro de la masculinidad es una receta que el hombre  tiene que seguir. El hombre debe ser activo sexualmente y es el dueño de la sexualidad de la o las otras u otros; siempre desea a una mujer, la que sea, y en cada acción que ejecuta está intentando afirmar su sexualidad. Así, se desarrollan juegos de control sexual, en que el hombre se afirma llenando los requisitos de la sexualidad desde la masculinidad, no desde sus necesidades de compañía o afecto, o sea, suplantando sus emociones por sexo.



1.3  CONSTRUCCIÓN DE LA MASCULINIDAD



La construcción de la masculinidad de un nuevo ser puede comenzar cuando la pareja planifica un embarazo o cuando la mujer descubre que está embarazada. Los futuros padres empiezan a imaginarse las características que tendrá el hijo, incluyendo su sexo. Según se imaginen tendrán un comportamiento diferente que comenzaría antes del parto, incluyendo la preparación del ajuar. Después del nacimiento, ese trato se extiende a las demás personas de su entorno.

A partir del nacimiento, el bebé de sexo masculino ya comienza a darse cuenta de lo que se espera de él por tener las características de sus órganos genitales. Sin embargo, no basta nacer con un pene para transformarse en hombre, hay un camino por recorrer hasta llegar a serlo.

La familia, la escuela, los medios de comunicación y la sociedad en general le enseñan la forma en que debe pensar, sentir y actuar como “hombre”. Por ejemplo, no puede llorar, debe ser fuerte, no debe mostrar sus sentimientos, no puede tener miedo, y debe ser viril. Estas enseñanzas comienzan a afectar la forma cómo el niño se relaciona consigo mismo y con los demás.

Al nacer, el hijo es absolutamente dependiente de su madre, figura que ocupa el lugar preponderante de su vida, especialmente porque satisface sus necesidades físicas, ejerciendo funciones que permiten su supervivencia. Esta es una primera manifestación de la influencia de los papeles de género que atribuyen a la madre el cuidado del hijo y al padre el proveer económicamente a la familia, sin tener responsabilidades domésticas.

Al final del período infantil, el niño va asumiendo actitudes que corresponden al rol masculino por influencia de éste, así, la figura paterna tendrá una función libertadora, rompiendo el vínculo cerrado entre madre e hijo. La figura paterna se presenta como un conductor que enseña orden, disciplina y responsabilidad, en ese ambiente de patriarcado es que el niño crece y se desarrolla.

Además de la familia, la escuela (desde la sala cuna hasta la universidad) refuerza los papeles de género. No sólo los textos escolares reproducen la sociedad patriarcal, los profesores y la mayor parte de las religiones también contribuye a reforzar el poder masculino, ya que la jerarquía de todas ellas está absolutamente dominada por hombres y las mujeres ocupan un lugar de total subordinación.

En la medida en que la sociedad caracteriza al varón como una persona dura, que rechaza los afectos, principalmente con personas de su mismo sexo, es fácil entender que el adolescente que tiene y a quien le gustaría expresar sentimientos de ternura comience a tener dudas sobre su masculinidad. Se entiende que cuantos más exigentes son los atributos del macho en una sociedad, más difícil será identificarse como tal. La respuesta puede ser tanto una ruptura e identificación homosexual como una conducta exageradamente machista para ocultar y disimular las dudas sobre su propia masculinidad. Casi siempre habrá conflictos y tensiones frente a la bisexualidad, a la cual se renuncia inconscientemente optando por la heterosexualidad, sobre la cual se construye la masculinidad (Figueroa, 1998).

Superadas esas crisis de identidad, la cultura en que los hombres están inmersos le enseñaron que la norma supone la imposibilidad de dominar sus impulsos sexuales, sintiéndose, por lo tanto, obligados a no perder oportunidades y creer que siempre, o casi siempre, deben ser satisfechos sexualmente .Las conquistas amorosas, la erección del pene, la penetración, y las proezas sexuales son símbolos de autoafirmación de la virilidad. De esta forma, la afirmación de su identidad masculina exige del varón comportamientos sexuales que se basan en correr riesgos y en una falta de cuidados de ellos mismos y de sus parejas teniendo conductas sexuales irresponsables.

En esta cultura patriarcal, la sexualidad erótica que está centrada en su propio placer, es una expresión más del poder del varón, en el cual la mujer es el objeto del deseo sexual y la proveedora de ese placer. La masculinidad, dentro de esa construcción, se mide de acuerdo con la exclusividad y multiplicidad de sus parejas heterosexuales. La satisfacción está centrada en los genitales y en la penetración. Se caracteriza también por la homofobia y el rechazo a cualquier feminización de sus conductas (Figueroa, 1998; Kaufman, 1994; Parquer, 1991).






1.4  LA MASCULINIDAD EN EL ESPACIO LABORAL Y DOMESTICO


De acuerdo con Alma Fernández Hasan, la sociedad y la cultura generan y reproducen patrones tradicionales de roles y relaciones entre hombres y mujeres; éstos están signados por la desigualdad y la asimetría de poder entre los géneros y tienden a actuar, predominantemente, en detrimento de las posibilidades de las mujeres. Los patrones culturales están profundamente arraigados como modelos que se perciben a través de valores, principios y actitudes que sustentan el estilo de vida y la cultura de la sociedad.

El ámbito laboral es uno de los espacios sociales donde se reproducen patrones tradicionales ya que se encuentra regido por parámetros fuertemente tradicionales de distribución de actividades entre los géneros (secretaria, docente, enfermera, etcétera,) hecho que conlleva profundas restricciones a las oportunidades que tienen las mujeres de insertarse en la actividad económica ya que éstas difícilmente tienen acceso a los espacios de toma de decisiones. Y este es uno de los puntos más importantes para promover la equidad de género porque si las mujeres no están en espacios de toma de decisiones, difícilmente se equilibrará la balanza.

Este orden es defendido como natural, como si la biología forzase a que la mujer fuese el único ser capaz de lavar, planchar, cocinar, cuidar a las personas enfermas, la negativa de los hombres a asumir responsabilidades domésticas responde a una construcción cultural que les asigna una posición de dominio bajo el paraguas de una masculinidad normativa o tradicional.

Esta forma de masculinidad es aún hegemónica en buena parte del mundo y sigue basándose en la ausencia de rasgos femeninos y en el mantenimiento de una relación de superioridad con respecto a las mujeres. Algunos de sus rasgos son:

 Conciencia de superioridad (complejo de supremacía)
 Misoginia y repudio de lo femenino
 Objetualización de la mujer
 Heterosexualidad ostentosa
 Homofobia
 Exaltación de la agresividad como expresión de la fuerza masculina
 Legitimación de la violencia para la resolución de problemas
 Defensa de privilegios públicos y privados


Otra función atribuida socialmente al hombre es el trabajo remunerado, lo que constituye el centro de su respetabilidad en la sociedad. El trabajo le permite obtener reconocimiento social y le otorga seguridad y autonomía. El trabajo remunerado ha pasado a ser un papel tan arraigado al varón que la pérdida del empleo se traduce en una disminución de su masculinidad, tanto desde la percepción del propio varón como de su mujer y de sus hijos. Por otro lado, el hombre sin trabajo también tendría dificultad para asumir las tareas domésticas, pues encuentra que estas son propias de la mujer y, por lo tanto, despreciables. Esto por el hecho de que no recibió una educación en que esas tareas fueran parte de sus actividades.






1.5   CRISIS DE LA MASCULINIDAD


Algunos historiadores fechan la aparición de la crisis masculina en Estados Unidos a finales del siglo XIX, cuando las mujeres se incorporaron al mercado laboral y comenzaron a luchar por sus derechos. Pero es en el siglo XX, en la década de los 80, cuando florecen los artículos e investigaciones sobre la crisis de la masculinidad en España, Francia,  EEUU y Latinoamérica, especialmente en Argentina.

En los 90 los medios de comunicación masivos comienzan a hablar del tema, Desde entonces hasta hoy, no sólo se han multiplicado los estudios sobre masculinidades;  también se ha desarrollado todo un movimiento social y político que está sacudiendo los cimientos del patriarcado en muchos países. Son los hombres igualitarios, que están reflexionando sobre esta crisis masculina y se han sumado a la lucha por la igualdad, desde el trabajo de calle, y desde la academia.

Una de las causas de esta crisis es que los hombres posmodernos han perdido sus modelos de referencia, según R. Conell (Australia). No les sirven los modelos tradicionales, como el de sus abuelos o padres, porque ellos fueron educados en la cultura patriarcal y por tanto vivieron siendo dependientes de sus mujeres, autoritarios, con dificultad para establecer relaciones íntimas y para expresarse emocionalmente.

Muchos sufren una gran carga de inseguridad sobre cuál es su papel, y tienen miedo a perder importancia o a sacrificar su virilidad. No saben relacionarse con hombres gays y odian a las mujeres feministas, y algunos emplean la violencia, tratando desesperadamente de ejercer su poder sobre su entorno, especialmente sobre las mujeres cercanas. En todo el planeta, los hombres se suicidan más que las mujeres y mueren en actos de imprudencia porque tienen menos herramientas para gestionar sus emociones. No saben cómo hacer frente al miedo, al odio, a la desesperación, a la tristeza; por eso es frecuente que recurran a la violencia, contra sí mismos o contra los demás.

Eduardo Bognino, cree que la presión social sobre los “machos” ha sido devastadora para la salud mental y emocional de muchos millones de hombres. Esto es debido a que la masculinidad tradicional está sometida a constantes pruebas; un hombre ha de estar demostrando continuamente que no es una mujer, que no es un niño, que no es homosexual. Tiene que demostrar que es valiente, agresivo, activo, aunque tenga que poner su vida y la de otros en peligro. Los hombres, para demostrar su virilidad, tienen que ser exitosos en su trabajo; promiscuos, fértiles y potentes en el ámbito de la sexualidad. Crecen y construyen su identidad rechazando todo lo que tenga que ver con la feminidad;  las mujeres son siempre “lo otro”, aquello que uno no es.

En las películas, los videojuegos, los cómics, las series de televisión, se aprecia  una falta de diversidad  en los modelos masculinos; unos son machos alfa en acción, otros donjuanes, y  otros son unos “calzonazos” que no saben dominar a sus mujeres. Gracias a la mitificación de la violencia viril de nuestra cultura, la mayor parte de los hombres quieren ser vencedores, héroes o conquistadores de mujeres. La cantidad de mujeres que pueden seducir es la prueba de su hombría, de ahí que se les eduque para ser promiscuos, y para relacionarse con las mujeres únicamente  desde la necesidad. Por eso el papel de las mujeres ha sido siempre el de satisfacer sus demandas sexuales, y además ejercer de criadas para cubrir sus necesidades afectivas y materiales.

Con la revolución feminista, muchas mujeres dejaron de configurar su vida en torno a la necesidad de ser poseída por un hombre, y se rebelaron contra la doble moral sexual que les obliga a ser fieles y que en cambio premia la promiscuidad masculina. Las mujeres posmodernas reclaman a sus compañeros  mayor implicación sentimental y más comunicación, reparto igualitario de las tareas domésticas, relaciones plenas que no se basen en la evitación o la huida. Las mujeres de hoy ya no quieren cumplir el papel de “freno de mano” del hombre, y muchas se rebelan contra el rol de madre que han de cumplir para que sus maridos se comporten como personas adultas.

A algunos hombres les cuesta relacionarse igualitariamente con su familia o su pareja porque los entornos “masculinos” (trabajo, deportes, negocios, política) son jerárquicos y competitivos, y  porque con respecto a las mujeres siempre se han situado o bien en un plano superior, o en un plano de dependencia emocional. Además, han sido educados para reprimir sus emociones, y esta falta de expresividad les está pasando factura. Les cuesta abrirse y compartirse, comunicar, mostrar cariño en público a otros hombres, mostrar miedo o debilidad. Porque fueron educados para ser machos heterosexuales, duros, promiscuos, fuertes, inquebrantables; se les mutiló para que no se dejen llevar por la sensibilidad o los sentimientos bajo el lema “los hombres no lloran”.

Por todo esto a los varones les cuesta relacionarse en un plano de igualdad, y por esto las parejas también están en crisis. El modelo de relación basado en la dominación y la sumisión ya no funciona ahora que las mujeres pueden trabajar y no necesitan marido para sobrevivir. La liberación de las mujeres ha logrado que no nos relacionemos ya desde la necesidad de tener un proveedor, sino desde la libertad para compartir la vida con quien una desee.

Mientras las mujeres han ido empoderándose, los hombres sienten que han perdido su función como papel de proveedor principal, cabeza de familia, rey de su casa y amo de sus propiedades, su mujer, sus hijos e hijas. Ya no son necesarios ni para la defensa, ni para el mantenimiento del hogar, ni para la reproducción, como lo demuestra el aumento de familias monoparentales encabezadas por mujeres autónomas, y como lo demuestra el creciente uso de las técnicas de reproducción asistida.

La autoridad del pater familias ya no es sagrada. Ahora todo es negociable y las familias son democráticas: en casa se hablan las cosas y se llega a acuerdos, se reparten tareas, se apoya a quien lo necesita. Las mujeres se las arreglan solas ante los “maridos ausentes” (cada vez existen más jefas de hogares monoparentales en todo el mundo).  Los “padres ausentes” van perdiendo todo su poder porque no están, porque no son, porque son incapaces de comunicarse ni de vincularse emocionalmente con sus hijos/as. Ahora el respeto y el cariño hay que ganárselo, y muchos no saben por dónde empezar.


Y es que a muchos hombres les cuesta comprometerse. Con las mujeres, con los hijos, con las responsabilidades de la vida. Su constante deseo de escapar (de sí mismo, de sus sentimientos, de sus compromisos, de sus problemas, de su paternidad) revela, según algunos expertos en los estudios de las masculinidades,  la inmadurez de algunos para hacer frente a la vida.

Enrique Gil Calvo, sociólogo español, habla con naturalidad, en un proceso de autocrítica, del egoísmo de género, según el cual los varones sumidos en la tradición machista  siguen siendo pequeños tiranos acostumbrados a que sus necesidades y deseos sean atendidas de inmediato. Son muchos los que desean poder disfrutar de la impunidad de la infancia, por eso les gusta sentirse controlados, vigilados y regañados por sus compañeras. La libertad se les antoja insoportable, porque no saben qué hacer con ella. Por eso prefieren pasar de la madre a la esposa sin asumir su adultez, y pretenden que ambas cumplan su papel maternal hasta el fin de sus días.

Los “nuevos” varones, en cambio, apoyan el empoderamiento de sus amigas, de sus amantes, de sus compañeras, de sus madres y hermanas. Educan a sus hijas para que estudien y se desarrollen profesionalmente, para que sean autónomas y se emparejen con quien deseen, sin las presiones sociales de antaño. Felicitan a las mujeres de su entorno el 8 de Marzo, se manifiestan junto a ellas para reivindicar la igualdad; pero aún son muchos los que se sienten culpables porque no son capaces de ceder sus privilegios de clase.

Son los que “ayudan” en las tareas domésticas sin asumirlas como propias. Son los que cortan el césped del jardín pero jamás limpian la mierda de los retretes.  Son aquellos que evaden sus obligaciones poniendo como excusa la ignorancia o la torpeza masculina en asuntos domésticos, como si encargarse de ellos fuese una habilidad exclusivamente femenina que estuviese en la naturaleza de las mujeres desde el principio de los tiempos.

El “nuevo hombre” se enfrenta a una libertad desconocida para configurar su identidad, y eso le angustia, porque ha de inventarse nuevos modos de ser y de relacionarse y no sabe muy bien por dónde tirar. Algunas mujeres se quejan de la indecisión masculina, de la inseguridad que les paraliza, de su falta de madurez. El  varón posmoderno no sabe si las mujeres desean machos posesivos o compañeros de viaje,  y sufre por las contradicciones internas entre el discurso y la práctica, entre el deseo de igualdad y las estructuras machistas que habitan en todos los hombres y mujeres educadas en la tradición patriarcal.

Algunos aceptan el desafío y están explorando caminos desconocidos, rompiendo las barreras que les limitan, liberándose de la opresión que sufren desde que están en la cuna. Estos aventureros están re-pensando la masculinidad hegemónica y la diversidad de las masculinidades, están haciendo autocrítica, están planteándose nuevos retos, y se atreven por fin a construir su propia identidad al margen del machismo y la homofobia de nuestra cultura patriarcal. No es fácil porque todos llevamos incorporados estos esquemas, estos roles, estos estereotipos que nos dicen como es un “verdadero” hombre o como es una “verdadera” mujer. Pero basta con darse cuenta de que hoy la identidad no es un producto acabado, sólido, estable, sino que es más bien un proceso en el que todo cambia.

Muchos se unen para organizarse y forman  grupos de Hombres Igualitarios. Trabajan en varias áreas: activismo, talleres, encuentros, intercambios, terapias grupales e individuales, charlas, capacitaciones, investigación. En estos grupos se juntan varones de todas las edades y clases sociales, de diferentes religiones e ideologías, con un objetivo común: hablar. Hablar de sí mismos, analizar la educación que han recibido, cómo se sienten ahora, y qué pueden aportar ellos a la lucha por la igualdad y los derechos humanos.

Estos grupos de Hombres escriben en webs y blogs, publican libros, comparten información, crean redes de grupos masculinos, se reúnen en congresos internacionales, lanzan campañas a favor de la paternidad, salen a la calle a protestar contra la violencia hacia las mujeres o contra la explotación de esclavas sexuales. Trabajan con hombres maltratadores, realizan talleres de prevención con adolescentes, deconstruyen la masculinidad tradicional opresora, y reivindican otras masculinidades diferentes, otras formas posibles de ser y estar en el mundo.

Los hombres igualitarios desean mejorar sus relaciones con los amigos, sus relaciones sexuales y sentimentales, sus vínculos familiares. Reivindican su derecho a ejercer y disfrutar de la paternidad. Están revolucionando sus relaciones en la cama, en el trabajo, en la familia, y comienzan a sentir que tienen nuevos roles, nuevas metas, nuevas inquietudes. Estos nuevos varones están marcando el camino hacia una cultura más pacífica y amable, de relaciones más igualitarias y afectos más diversos.

El gran reto ahora, es la lucha por la conciliación laboral y familiar. Los hombres quieren disfrutar de la crianza y la educación de los niños y las niñas, de modo que están pidiendo a los gobiernos y las empresas que permitan a los padres disfrutar de los mismos derechos y obligaciones que las madres y lograr el mismo sueño: una sociedad igualitaria en la que no se discrimine a la gente por sus diferencias, una sociedad sin jerarquías ni luchas de poder, una sociedad pacífica e inclusiva en la que se tenga toda la libertad para configurar nuestras identidades  al margen de las imposiciones sociales, y más allá de las etiquetas.





1.6  LA MASCULINIDAD Y SUS CONSECUENCIAS


Se entiende por «masculinidad” a un conjunto de características asociadas al rol tradicional del varón. Algunos ejemplos de esas características son la fuerza, la valentía, la virilidad, el triunfo, la competición, la  seguridad, el no mostrar afectividad, etc. De manera que a lo largo de la historia, y todavía hoy día, los varones han sufrido una gran presión social para responder con comportamientos asociados a esos atributos.

Esto no se debe a que la violencia o la agresividad sean algo inherente al ser varón sino a que los varones son más reticentes a consultar cuando se sienten mal y por eso suelen terminar internados cuando la situación ya es grave, a que los varones tienden más que las mujeres a exponerse a situaciones de riesgo porque eso es lo que se espera de ellos y porque son empujados socialmente a la pelea, la disputa, la demostración de fuerza física y el despliegue muscular.

Desde su nacimiento se los viste de azul, se les enseña a no quejarse, a no mostrarse vulnerables porque eso significa debilidad, a no demostrar sus sentimientos en especial la ternura, a no pedir ayuda, a ser siempre activos y no mostrar su desconocimiento, a confundir acción y agresión con virilidad, a confundir el poder, la productividad, la conquista, la hiperactividad y la penetración con masculinidad, a luchar hasta no dar más, a rendir en los deportes a expensas de la propia salud, se les indica que no deben llorar, que deben competir y ganar siempre en las peleas, sobresalir en los deportes de riesgo, exponerse a peligros sin sentir temores, entre otros.

Desde muy pequeños a los varones se les retacea la ternura que se les brinda a las niñas condenándolos a la independencia, la madre les niega los besos y abrazos que prodiga a sus hermanas, no se los halaga por sus esfuerzos de seducción sino que se les enseña a no ser coquetos, no se los protege contra la angustia de la soledad porque «los hombres no tienen miedo», a través de frustraciones experimentan desde muy temprano el desamparo, su destete es más brutal que el de las niñas, se le dice «un hombre no pide besos»«un hombre no se mira en el espejo»«un hombre no llora». Se les inculca desde muy temprano el orgullo por la trascendencia de su sexo como compensación por todas las frustraciones padecidas.

Para la sociedad la eficiencia del varón se identifica exclusivamente con el rendimiento productivo, laboral, económico, profesional o bélico, sin tener en cuenta sus reales necesidades tanto emocionales como físicas, sus sentimientos, su salud física o mental o su deseo sexual. Los varones son compelidos a tener una vida sexual frecuente y a estar siempre disponibles, como si más fuera sinónimo de mejor, con lo que la sexualidad masculina se convertiría más en un mandato social que en un placer singular.
Pero como estos «valores masculinos» son socialmente más valorizados que los «valores femeninos», muchas veces los varones tienden a confundir más fácilmente identidad personal con identidad de género que las mujeres, o sea, lo que se espera de ellos según el estereotipo social, con lo que realmente son.










CAPITULO II :             PATERNIDAD




2.1. Concepto de Paternidad


La paternidad es tanto un concepto biológico como un concepto jurídico. Desde un punto de vista biológico, la paternidad es la relación que existe entre un padre (entendiendo por tal al progenitor masculino) y sus hijos. Nos referimos en este concepto a hijos biológicos.

Desde un punto de vista jurídico, es aplicable únicamente a las personas, la paternidad no es sinónimo de filiación, pues la filiación es de forma descendente y la paternidad es de forma horizontal (y en algunas ocasiones sólo de la paterna o por parte de padre). La paternidad lleva aparejada la patria potestad y puede ser tanto natural como jurídica adopción.

Paternidad es un concepto que procede del latín paternitas y que refiere a la condición de ser padre. Esto quiere decir que el hombre que ha tenido un hijo accede a la paternidad.

Por ejemplo: “La paternidad es un sueño cumplido para m픓Hay hombres a quienes la paternidad les queda grande”“Nunca pensé que la paternidad iba a cambiarme tanto la vida”.

Por lo general, la paternidad se emplea para nombrar a la cualidad del padre (hombre). En el caso de la mujer, la noción asociada a ser madre es maternidad. Sin embargo, según el contexto, paternidad puede nombrar tanto al padre como a la madre.

Es importante destacar que la paternidad trasciende lo biológico. La filiación puede darse a través de la adopción, convirtiendo a la persona en padre de su hijo aun cuando éste no sea su descendiente sanguíneo. En un sentido similar, el hombre que dona semen  para que una mujer se insemine no se transforma en el padre del futuro niño.

La paternidad, por otra parte, puede ser espiritual o simbólica. En el ámbito de la religión, suele considerarse al líder o guía de una congregación como el “padre” de los fieles. En este sentido, el Papa de la Iglesia católica apostólica romana suele nombrarse como Santo Padre.






2.2  ¿QUÉ ES SER PADRES?



El 'buen padre', imagen ampliamente difundida por las sociedades de consumo, es la de proveedor': aquél que satisface todas las necesidades materiales del hogar. Para "que no les falte nada a los hijos" trabaja jornadas dobles y aún los fines de semana. Así se desgasta febrilmente, sin darse un respiro para disfrutar lo importante: la experiencia única de ver crecer a los hijos.

Los padres que han logrado vencer las tradiciones de ser meros proveedores, comparten el gozo en la crianza de los hijos y hablan de "una nueva dimensión en la convivencia familiar".

A pesar de los reproches de quienes pretenden perpetuar el tabú inmemorial de que cuando el padre se involucra emocionalmente con el hijo se torna 'suave como una segunda madre', y que si participa en el cuidado y atención del hijo se convierte en simple 'mandilón', cada día son más los padres presentes en el quirófano en el momento del nacimiento de sus hijos, en los cursos prenatales y de posparto para capacitarse en el cuidado del bebé.

Se necesitan dos para engendrar un hijo. También se necesitan dos para su desarrollo. La intuición femenina permite a la madre establecer una comunicación vital con el hijo desde el momento mismo de su nacimiento. Interpreta las señales de temor en el infante y con mimos lo tranquiliza y conduce suavemente.

La voz del padre es de importancia suma: da seguridad, confianza en el porvenir, establece los límites de la conducta infantil, y cierra el círculo del amor que debe rodear al niño. El padre proporciona un elemento único y esencial en la crianza del hijo y su influencia es poderosa en la salud emocional. La madre le dice: "con cuidado", y el padre le dice "uno más", al estimular al pequeño a subir otro peldaño para que llegue a la cima. Juntos, tomados de la mano, padre y madre guían al retoño en el camino de la vida.

El padre de hoy se abre a las necesidades más sutiles del hijo: las emocionales y las psíquicas. Trasciende la preocupación de sí mismo y sus ocupaciones, y logra ver al hijo en sus propios términos. Propicia el ambiente que le permita el desarrollo de su potencial en un marco de libertad responsable, no de dominación.

No se detiene en la periferia, sino que conoce al hijo de cerca. Lo guía sin agresividad, con firmeza motivada y razonada, por el camino de los valores que desea heredarle. El padre de hoy se ha dado permiso para ver con ojos de amor al retoño de sus entrañas. Advierte en el hijo, más allá de las limitaciones presentes, el cúmulo de posibilidades que está por realizar. Y a su lado goza cada peldaño de su desarrollo.





2.3    FUNCIONES DE LA FAMILIA


La institución familiar es definida como un sistema organizado de relaciones sociales que incluye algunos valores y procedimientos comunes y satisface algunas necesidades básicas de la sociedad (Horton y Hunt, 1994).

 Los “valores comunes” se refieren a ideas y metas compartidas, los “procedimientos comunes” a pautas reglamentadas de comportamientos que se siguen, y “el sistema de relaciones” a la red de roles y estatus mediante los cuales las personas llevan a cabo su comportamiento.

La familia es una de las cinco instituciones básicas importantes en las sociedades, conjuntamente con la religiosa, la educativa, la económica y la gubernamental.
Por consiguiente, en toda sociedad la familia es una estructura institucional que se desarrolla mediante los esfuerzos de esa sociedad para lograr que se lleven a cabo ciertas tareas definidas como funciones.

Las funciones llevadas a cabo por la familia incluyen la regulación sexual, reproductiva, de definición de estatus, de protección, económica, de socialización y afectiva (Horton y Hunt, 1994).




2.3.1.  Función de socialización


“Entendemos por socialización el proceso a través del cual las personas aprenden los valores, expectativas y costumbres de la sociedad en la que han nacido. Así la familia, los amigos, la escuela, la televisión, los compañeros de trabajo, etc, nos van transmitiendo continuamente los parámetros dentro de los cuales se permite y se espera que las personas actúen en nuestra sociedad”. (Manuel Ortega)

La socialización moldea, en gran medida, nuestros pensamientos, sentimientos y conductas.
“La socialización tiene una función homogeneizadora: normas y expectativas sociales que son iguales para todas las personas nacidas en una misma sociedad o cultura.

También tiene una función diferenciadora: se realiza con base en las variables, edad, sexo, nivel socioeconómico. No se socializa por igual a varones que a mujeres, por lo que el sexo se convierte en una variable muy importante.
“La familia es un agente socializador que por la función afectiva y temprana que cumple en la vida de los individuos, tiene una especial influencia sobre ellos y una gran relevancia como agente de transmisión de roles. No se puede desempeñar un rol feliz y exitosamente sin haber sido socializado para aceptar ese rol como digno, satisfactorio y apropiado (Horton y Hunt, 1994).

Partiendo de esta definición podemos decir que todas las sociedades dependen primariamente de la familia para que la socialización de los niños y niñas en adultos pueda funcionar con éxito en esa sociedad. (Horton y Hunt, 1994)” (Manuel Ortega)




2.3.2.  Función de regulación sexual


La familia es la principal institución mediante la cual las sociedades organizan y regulan la satisfacción de los deseos sexuales.

La sexualidad definida como fuente de placer y bienestar resulta un elemento enriquecedor en lo personal, con honda repercusión en lo familiar y en lo social. Por ello el disfrute de la sexualidad es un derecho humano inalienable, como el derecho a la vida, la libertad, a la equidad y justicia social, a la salud, y a la educación, entre otros.

La sexualidad es una función vital que sobre la base del sexo biológico condicionado y adaptado según pautas que la sociedad crea en cada persona, existe y busca satisfacción independiente o asociada a la reproducción. Con el sexo nacemos, pero nuestra sexualidad es aprendida. Comienza con el nacimiento, evoluciona y se desarrolla a lo largo de la vida, siendo diferente en cada edad, y desaparece con la muerte, y no con la incapacidad de procrear. 




2.3.3.   Función reproductiva


De la familia depende primariamente toda sociedad en lo que respecta a la concepción y nacimiento de nuevos seres, sin embargo, esta función ha sido controlada por el hombre.

Bajo el sistema de dominación masculina, patriarcado, a los hombres se les otorga el control y dominio de la sexualidad y la reproducción. Las mujeres, en algunas sociedades más que en otras, no tienen autonomía para tomar decisiones sobre su salud reproductiva y no disfrutan de la ciudadanía plena, ya que no ejercen sus derechos sexuales y reproductivos.

Actualmente se entiende por derecho reproductivo la potestad de las parejas e individuos a decidir libre y responsablemente el número de hijos e hijas que desean tener, cuándo y con qué frecuencia y contar con la información, educación y medios para lograrlo; igualmente alcanzar el estándar más alto de salud sexual y reproductiva y tomar decisiones sobre la reproducción libre de discriminación, coacción y violencia.




2.3.4.  Función de definición de estatus y roles


El estatus se define ordinariamente como el nivel o posición de una persona en un grupo, o de un grupo en relación con otros grupos. El rol es el comportamiento esperado de una persona que adquiere un estatus en particular. Por consiguiente, estatus y rol son dos aspectos del mismo fenómeno. Un estatus es una serie de privilegios y obligaciones; un rol es el desempeño de esta serie de obligaciones y privilegios (Horton y Hunt, 1994).

El entrenamiento en la mayor parte de los roles importantes como el de la masculinidad y el de ser padre comienza desde la niñez, cuando el hombre empieza a formar actitudes hacia esos mismos roles y estatus. La mayor parte del entrenamiento es fácil e inconsciente.

Muchas de las explicaciones psicológicas de la masculinidad están fundadas en la relación entre el padre y el hijo. Kaufman (1989) sugiere que la masculinidad de muchos hombres nace en la relación lejana entre los padres y los hijos. Y la paternidad es una parte integral de la concepción de la masculinidad.

Señala el mismo autor que las concepciones que los hombres tienen de sí mismos se vinculan directamente con sus experiencias de ser hijos de hombres y de ser padres de hijos.




2.3.5.   Función de protección


La familia ofrece a sus miembros algún grado de protección física, económica y psicológica en casi todas las sociedades, variando de una sociedad a otra. Tradicionalmente en América Latina mientras las madres son las que asumen esta función de cuidado y protección de los niños, los padres no se involucran mucho en ello.



2.3.6.   Función económica


La familia era la unidad económica básica en la mayoría de las sociedades primitivas. Sus miembros trabajaban juntos en equipo y compartían conjuntamente su producción.
En la actualidad esta función ha declinado mucho. La familia urbana y una parte de la familia rural ya no están unidas por el trabajo económico compartido, puesto que sus miembros trabajan separadamente. En cambio la familia es actualmente unidad de consumo económico (Horton y Hunt, 1994).

Diversos estudios muestran con bastante constancia la multiplicidad de las familias de la región y la creciente tendencia a la jefatura femenina. También muestran que en el caso de familias de jefatura femenina donde hay una ausencia del padre, son las madres las que asumen la función económica, además de las otras funciones de la familia. En las familias nucleares, hoy día, tanto hombres como mujeres asumen la responsabilidad económica, sin embargo, desde el patriarcado a los hombres se les asigna este rol como el único y el principal.

Al ser considerado el hombre como el principal garante del bienestar económico de la familia, se le atribuye consustancialmente la jefatura del hogar. De ahí que ejerza el poder y el dominio sobre los miembros de la familia.



2.3.7.  Función afectiva


Todas las personas necesitan una respuesta humana íntima. La mayor causa simple de las dificultades emocionales, de los problemas de comportamiento y aún de las enfermedades físicas, según la psiquiatría es probablemente la falta de amor, es decir, la falta de una relación afectiva y cálida con un pequeño círculo de asociados íntimos. (Horton y Hunt, 1994).

En la actualidad esta función es ejercida por la madre, más que por el padre. Ello obedece a las relaciones de género que han estado históricamente influenciadas por el grado de poder, de un género sobre otro, y en las sociedades actuales de la región, el hombre sigue teniendo la posición privilegiada. Ello conlleva en algunos casos a relaciones carentes de afecto y aún de maltrato y violencia por parte de los hombres hacia los otros miembros de la familia.





2.4   TIPOS DE PATERNIDAD


        Según como se relaciona con sus hijos, se clasifican en 4:

  • Tradicional: Proveedor, dispensador de dinero y autorizaciones, no establece otros vínculos relacionales. 
  • Ausente: No está físicamente. Hay un padre pero no se involucra en el cuidado y crianza, ni en el disfrute de relaciones cálidas con su familia. 
  • Violenta: golpea, hiere, lastima (física, emocional y psicológicamente). Humilla, descalifica ya sea con sus acciones o con sus omisiones (no reconoce, anula, desalienta a sus hijos). 
  • Afectiva: Se involucra física, emocionalmente y psicológica desde el momento de la gestación. Acompaña, guía, cuida y cría, educa y asume la responsabilidad (corresponsabilidad) del desarrollo integral de sus hijos. Ve este proceso con responsabilidad pero con posibilidad del disfrute.




Según como establece la sociedad, tenemos los siguientes:




2.4.1         La paternidad tradicional


La edad es un factor significativo, esta mentalidad es predominante en hombres con más de 50 años, mientras la moderna prevalece en los hombres de 20 a 49 años.

La paternidad tradicional se basa en una referencia biológica de las diferencias hombre/mujer. Concibe al padre en la cima de una pirámide familiar, con un estatus otorgado como natural e indiscutible. Su rol fundamental es el de proveedor y responsable de la autoridad y la disciplina familiar.

El hombre es quien debe dar dinero para la crianza y cuidado de los hijos, y su dimensión educativa es fundamentalmente disciplinaria.

Según esta mentalidad, no es necesaria ninguna preparación especial para ser padre, basta con contar con un empleo, un padre no debe ser muy cariñoso y comprensivo porque puede perder autoridad y ser irrespetado por sus hijos e hijas, para estos hombres un buen padre es aquel que castiga y les pega a sus hijos cuando se portan mal. También es importante que los hijos lleven su apellido. En esta mentalidad la coacción social juega un rol importante, por lo que una ley sobre paternidad responsable es vista como un factor necesario para obligar a los hombres a asumir responsabilidad en este caso al papel proveedor.

La sexualidad, donde más disparidad de género se observa: prevalece la concepción de que el rol femenino debe ser pasivo y subordinado y, al contrario, el masculino, activo y dominante. En esta concepción se legitima el comportamiento sexual del hombre: considera que por naturaleza el hombre necesita las relaciones sexuales más que las mujeres y que dichas relaciones en los hombres son una necesidad física que no se puede controlar, le es favorable al hombre, pero no a la mujer.

El rol tradicional asigna al padre la función proveedora y disciplinaria. Para esta función, el hombre cuenta con el uso de la violencia contra los otros miembros de la familia. En el caso de la mujer, el rol fundamental por jugar es el de madre, al cuidado cotidiano de los hijos y la procura de afecto. La mujer debe subordinarse a este rol “natural” en la familia.

Estas visiones sobre la sexualidad y la familia se corresponden a su vez con una visión de la masculinidad. En este caso, se identifica una mentalidad tradicional que caracteriza a la mitad de los hombres en esta visión el hombre debe ser siempre el jefe del hogar y su espacio fundamental es el espacio público.

La masculinidad se manifiesta en la inteligencia, la fuerza y la dureza en el trato, el control de la emotividad y de las decisiones. Este hombre considera que es parte de su masculinidad la permisividad sexual y que por lo tanto es más grave la infidelidad matrimonial en la mujer que en el hombre.





2.4.2.   La paternidad moderna: tendencia actual


Según el autor Manuel Ortega Hegg, (diciembre 2004) indica que este tipo de paternidad y mentalidad es propio de los hombres en edades entre 20 y 49 años.
La función proveedora al igual que otras, como brindar afecto y cuidados a los hijos e hijas, son importantes. Por ello consideran que su autoridad como padres no sufre menoscabo por su actitud cariñosa y comprensiva con sus hijos e hijas y que la responsabilidad sobre la descendencia familiar es tanto de la mujer como del hombre. Caracteriza, además, esta mentalidad, que la crianza y atención de los hijos es responsabilidad de ambos, y no solo de la madre. Estos hombres se manifiestan en desacuerdo con la violencia como método de educación familiar.

Se manifiestan “en desacuerdo” con proposiciones que buscan naturalizar las prácticas sexuales que en el patriarcado se constituyen en privilegios masculinos. Rechazan la práctica tan conocida como es el ejercicio de la sexualidad sin responsabilidad y eximida de sanciones morales y legales. Pero también aquellos que consideran que las mujeres deben de ejercer sus derechos sexuales y reproductivos: se manifiestan “en desacuerdo” con que sea solo el hombre el que deba tomar la iniciativa en las relaciones sexuales, también con la proposición que afirma que los hombres pueden tener relaciones sexuales con sus parejas aunque ellas no quieran, así como que sea asunto solo de la mujer cuidarse para no quedar embarazada; más aún, se expresan “de acuerdo” en que es normal que las mujeres tengan relaciones sexuales con su pareja antes del matrimonio. En este grupo se encuentran también aquellos que no concuerdan con la proposición que afirma que el aborto no tiene justificación y debe ser condenado siempre.

En este grupo, más cercano a las ideas modernas sobre la familia, se encuentran quienes afirman que la mujer puede tener otros roles y que esta no se define únicamente por su rol maternal. Que la familia debe planificarse y contar con una preparación para ser padre.

La paternidad moderna aparece asociada a una construcción de masculinidad concebida en términos de igualdad y de relaciones democráticas de género. Más en detalle, en este grupo se encuentran los hombres que se muestran “de acuerdo” con la proposición que afirma que la mujer tiene el mismo derecho que el hombre a trabajar fuera de la casa y estudiar, y en que el hombre debe ayudar a la mujer en las labores domésticas; se encuentran también en este grupo aquellos que se muestran “en desacuerdo” con representaciones que asocian a la masculinidad la inteligencia y la fuerza y a la feminidad el amor y la debilidad. Están en este grupo los hombres que rechazan las proposiciones que asocian que el control del cuerpo y la sexualidad de las mujeres debe estar en manos de los hombres.

                                                                

                   
2.5.   PATERNIDAD RESPONSABLE


La paternidad responsable es el privilegio y obligación de una pareja casada de decidir con amor el número y espaciamiento de sus hijos utilizando un medio ético.
En ese tema la responsabilidad  es tanto del hombre como de la mujer.


¿Por qué es un privilegio?

Es un privilegio y no un derecho; un hijo es un don y el matrimonio confiere el derecho a entregarse en el acto conyugal del cual se puede derivar la vida, mas no confiere el derecho a tener hijos, pues son personas y no objetos.


¿Por qué es una obligación?

Es una obligación puesto que un hijo tiene el derecho a tener padres y por tanto los padres se obligan ante los hijos, aquí está la gran responsabilidad que tienen los padres ante la transmisión de la vida.


¿Por qué en una pareja casada?

Las relaciones sexuales deben darse dentro del matrimonio, es decir, cuando exista un compromiso para toda la vida y pueda darse una entrega total de la que se deriven los fines unitivo (amor) y procreativo (apertura a la vida).


¿Por qué decidir con amor, número y espaciamiento de los hijos?

Corresponde a la pareja esta decisión muy personal, ya que ellos son los principales educadores y formadores de sus hijos. En la palabra amor va implícito que deberán hacerlo mediante su inteligencia y voluntad, con gran generosidad pero a la vez responsabilidad.


¿Qué significa que el medio sea ético?

Significa el respeto que debe tenerse a la persona, a la naturaleza humana, en fin, al acto conyugal.


¿Qué diferencia hay con el control natal?

El control natal a veces es utilizado de manera equivocada como sinónimo de planificación familiar y paternidad responsable. Control significa inspección, fiscalización, intervención/ dominio, mando (Diccionario de la Real Academia Española). Visto de esta manera, en el control natal no es la pareja quien decide el número de hijos que desea tener o el método utilizado para planificar su familia sino es alguien más quien toma estas decisiones. Generalmente en los programas de control natal se pretende tener un dominio sobre los índices de fertilidad de una población, sin importar el respeto hacia la persona, al bien integral del matrimonio y a la familia.

Es precisamente en el análisis ético del medio utilizado para el control natal donde encaja la revisión de los dos temas la planificación familiar natural y de los métodos anticonceptivos.






BIBLIOGRAFÍA



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